Fernando Savater : ¿Eres una persona culta o inculta?

los diez mandamientos

Fernando Savater en su libro «Los diez mandamientos del siglo XXI» diferencia así a la persona culta o inculta en función del uso que así haga de su tiempo libre:

Una persona inculta se diferencia de una culta porque debe gastar más dinero en sus momentos de ocio, porque no puede generar nada por sí mismo y necesita comprar todo fuera. Pasa como los países que no tienen producción propia, toda la riqueza se les escapa pagando lo que tienen que traer de fuera.

Una persona culta aprovecha los momentos de descanso para desarrollar lo que lleva dentro, Por suspuesto que puede utilizar cosas externas, por ejemplo libros o discos, pero es él quien pone valor agregado al ocio. Utiliza sus conocimientos, memoria y sensibilidad  para generar algo distinto al trabajo diario.

Por estas razones se debe tener en cuenta que no solamente hay que educar para desarrollar un oficio o una prefesión. También hay que educar para el ocio, y conseguir una capacidad creativa, que nos evite vivir esos momentos sólo  en el despilfarro y el consumo, como hacen los prisioneros de su propia incultura.

[…] Pero de nada sirve el dinero que uno pueda acumular para utilizarlo en los momentos de ocio, si no está enmarcado en lo cultural. Porque es la cultura la que prepara al hombre para el ocio, no sólo para la productividad y la vida laboral, sino para poder crear y recrear cosas en los momentos en los que no trabaja para otros. La cultura le permite al individuo utilizar la totalidad de sus fuerzas para sus gustos, sin necesidad de comprarlos.

[…] También hay que reflexionar acerca de para qué queremos todo lo que conseguimos con el trabajo. Estás trabajando seis días a la semana y de pronto hay un día que paras, miras al cielo y al infierno. y te preguntas, como haría un andaluz. «¿Y to pa qué?». Y ese instante de reflexión es el descando.

[…] Como ya dije, es el momento del gasto, del consumo. Así, la gente se esfuerza y acumula más estrés en los momentos de ocio que en los de trabajo. Porque es en esos momentos cuando tiene que pensar en qué y cómo comprar todo aquello que le divierte o que le puede proporcionar la sensación de un estatus superior.

En esta desproporción del trabajo, unos mueren de infarto por exceso de ocupación, mientras que otros mueren de hambre o de abandono por haber perdido las posibilidades de integrarse laboralmente a la sociedad.

¿Por qué el trabajo está tan mal repartido y no se pueden equilibrar estas desproporciones? Lo que sucede es que hoy ya es un bien social, no sólo un camino de producción, sino un camino para incorporarse a la comunidad. La gente necesita trabajar no sólo para comer, sino para no sentirse excluida de la utilidad y el reconocimiento social.